El Caso del Juez Schreber, o Cómo
Psicoanalizar un libro.
Paciente: El libro Memorias de mi enfermedad mental (1903) que
escribió Daniel Schreber.
Terapeuta: Freud.
Aflicción: Schreber era esquizofrénico, pero el libro estaba en
buenas condiciones.
Terapia empleada: Crítica literaria –Freud nunca vio al paciente.
Resultado: El libro se ajó un poco y acaso presentó ciertas marcas,
como subrayado, o anotaciones.
Daniel Schreber era un juez
alemán que fue internado por “demencia precoz” (término empleado a veces para
esquizofrenia) entre 1893 y 1902, y describió sus extraordinarias experiencias
en el libro “Memorias de mi enfermedad mental”, de 1903. Freud tomaría este
libro y, sin haberse comunicado jamás con el autor, explicaría cumplidamente su
caso, gracias a sus notables dotes especulativas y su incomparable falta de
rigor: Schreber era homosexual, y todos los paranoicos lo eran (La hipótesis de
la paranoia causada por la homosexualidad reprimida es una de las hipótesis que
toma Grünbaum para refutar el Psicoanálisis; a diferencia de Popper, Grünbaum
creía que el Psicoanálisis tenía una parte refutable, y de hecho lo prueba,
refutándolo).
Jones, el conocido biógrafo y
fanático de Freud, diría del caso:
“La cuarta observación
detallada, publicada en 1911, es tanto más notable cuanto que Freud nunca tuvo la ocasión de encontrarse con el
enfermo en cuestión.”
Freud, psicoanalizando libros. |
Según se sabe, el padre de
Schreber era un ortopedista que buscaba corregir a los niños mediante el uso de
aparatos destinados a mejorar la postura, entre otras cosas. Publicó varios
trabajos al respecto que Freud nunca leyó, y se supone que intervino en la
enfermedad mental de su hijo, a juzgar por
algunos de los síntomas por él referidos.
Ilustración de uno de los libros del padre de Schreber. |
Sin embargo, no está del todo
claro que el padre sometiera a Daniel Schreber a sus inventos ortopédicos, o
que haya sido un padre severo. De hecho recomendaba ser “alegre con el niño,
hablarle, reír, cantar y jugar con él”, elogiarlo cuando se lo merecía, y no
hacer al “niño el esclavo de una voluntad que no era la suya”.
Sin embargo, Freud no dudaba al
respecto: por una parte lo presenta como un “padre excelente” en su relato del
caso en “Puntualizaciones
psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (1911),
y en sus cartas a Ferenczi, lo menciona como “un tirano doméstico”.
Freud interpreta:
“Un padre de tal manera
superior era evidentemente propicio a su transformación en Dios en la memoria
afectuosa de su hijo.”
Sulloway lo aclara:
“En efecto, según Freud, es “el
hecho de que la tonalidad del complejo paternal era positiva” y “sin nubes” lo que permitió finalmente a
Schreber aceptar sus fantasías homosexuales y conseguir una curación parcial. El “tirano doméstico” fue pues transfigurado por Freud en un
“padre excelente” en la historia del
caso publicado”.
Otra ilustración de un libro de Moritz Schreber. |
Esto se debía a que Freud
quería probar a toda costa que Schreber era homosexual, y que la causa de la
paranoia era la homosexualidad reprimida (en el caso del Juez, deseos
homosexuales hacia su padre).
Meme de la foca freudiana. |
Daniel Schreber nunca dio
pruebas de homosexualidad antes de su internación, y sólo durante su enfermedad
pensó que:
“…debe ser muy agradable ser una mujer experimentando el acoplamiento sexual.”
Atribuía esta idea a una
comunicación telepática de su psiquiatra, Paul Flechsig, a quien acusaba de
intentos sexuales contra él.
Entre sus delirios, El Juez
creía que su médico y Dios estaban tratando de convertirlo en mujer, algo que
lo horrorizaba, aunque finalmente decidiría aceptar este plan, en tanto de él
dependía la salvación del mundo.
El delirio de Schreber era
curioso. Como San Francisco de Asís, Schreber hablaba con el sol, las aves, los
árboles, con Dios. Decía que sus órganos habían sido cambiados, y que de su
transformación en mujer dependía, de modo misterioso, la salvación de la
humanidad.
Schreber, brillante jurista a
pesar de sus desvaríos, logró convencer a un tribunal alemán de su relativa
cordura, con lo que consiguió la libertad. Lamentablemente, hechos
desafortunados agravaron su enfermedad y
volvió a ser internado en 1907, hasta su muerte en 1911.
Lacan y Schreber.
En su Seminario III Sobre la cuestión de la psicosis (1955-1956) Lacan
retoma el tema, y sigue analizando libros.
Como es inevitable en Lacan,
nos encontramos con las referencias arbitrarias: San Agustín, Leibniz, Aristóteles,
Descartes, Einstein, Spinoza, Merleau Ponty, Bergson, Kant, Plotino, Epicuro, Platón,
Nietzsche, Heidegger, Hegel, Sartre, etc.
Veamos un ejemplo de referencia
arbitraria:
“No es una excursión que, como dice Platón, sea discordante y
peque contra el tono analítico.” (Seminario 3. Clase 11. Del rechazo de un significante
primordial. 15-2-1956)
La función de Platón en esa
frase es puro snobismo.
No faltan los errores gruesos
en materias sencillas, como la retórica:
“Su gavilla no era avara ni
odiosa—Víctor Hugo. Esta es una metáfora.”
(Seminario 3. Clase 17. Metáfora y Metonimia: "Su gavilla no era avara ni
odiosa". 2-5-1956).
No, eso es metonimia. Es divertido saber que este ejemplo fue tomado de la
entrada “Metáfora”, del Diccionario Quillet.
Sinsentidos lingüísticos:
“Hay pronombres personales que se declinan,
yo, me, tú, te, él, le, etcétera. En el registro me, te, le, el pronombre
personal es pasible de ser elidido, en el otro, yo (moi), tu (toi), el (lui), no se eliden.”(Seminario 3. Clase 20.
El llamado, la alusión. Conferencia: Freud en el siglo.-5- 1956).
Hay que aclarar que Lacan
establece sobre esto una hipótesis, inútil para todos los hablantes de español,
árabe, hebreo, latín, turco, italiano, etc. que pueden elidir sin problema los
pronombres personales, sin mencionar las lenguas sin pronombres, como el
japonés, o sin sujeto como todas las lenguas ergativas. Esto es errar en
grande: cuando se propone algo que fracasa
inmediatamente en cientos de millones de casos…
Más sinsentidos lingüísticos
(además de contradicciones lógicas)…
“Si hay algo mediante lo cual
la palabra llega a combinarse con una función vocal absolutamente a-significante, y que empero contiene todos los significantes posibles,
es precisamente lo que nos estremece en el alarido del perro ante la luna.” (Seminario
3. 10. Del significante en lo real y del milagro del alarido. 8-2-1956).
Un grito inarticulado no es un
significante; si seguimos las
definiciones de Saussure, un significante designa algo (“árbol”, por ejemplo),
y es un componente del signo lingüístico, junto al significado.
El grado de arbitrariedad es
sumo:
“Es curioso que Konrad Lorenz,
a pesar de no haber asistido a mis seminarios, sintiera la necesidad de encabezar su libro con la imagen, muy bonita y
enigmática, del picón macho ante el espejo. ¿Qué hace? Baja el pico, está
en posición oblicua, la cola al aire, el pico hacia abajo, posición que sólo
adopta cuando con su pico va a cavar la arena para hacer sus agujeros. En otros
términos, su imagen en el espejo no le es indiferente, si bien no lo introduce
al conjunto del ciclo del comportamiento erótico cuyo efecto sería ponerlo en
esa reacción límite entre eros y agresividad señalada por el horadamiento del
agujero.”
Interpreta la portada de un libro, de la que saca conclusiones…
“Esta imagen es funcionalmente esencial en el
hombre, en tanto le brinda el complemento ortopédico de la insuficiencia
nativa, del desconcierto, o desacuerdo constitutivo, vinculados a la prematuración del nacimiento.” (Seminario
3. Clase 7. La disolución imaginaria. 18 -2- 1956).
No hay ninguna razón para
considerar esa “prematuración” de los nacimientos, parte errada y central de
las teorías lacanianas, que trataremos en otra parte.
Al Igual que Freud, Lacan no se
avergüenza de analizar un libro de memorias, que además fue censurado por sus
editores. Respecto a un capítulo faltante, Lacan transforma la necesidad en
virtud:
“Sabemos, empero, que
incluía comentarios respecto a su
familia, que probablemente nos aclararían su delirio inaugural en relación a su
padre o a su hermano, o a alguno de sus familiares, y los así llamados
elementos transferenciales significativos. Pero no tenemos por qué lamentar
demasiado, después de todo, esta censura. A veces un exceso de detalles impide ver las características formales
fundamentales.” (Seminario 3. Clase 6. El fenómeno psicótico y su
mecanismo. 11-1-1956).
Entre falos, agujeros,
hiperespacios, topologías, más referencias
arbitrarias (Malebranche, Heráclito, etc.) e indignantes pseudoformalizaciones
matemáticas Lacan insiste con el caso, en Escritos II, De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis (1958).
Nos explica otra vez su afición
por analizar libros:
“En cuanto a nosotros, puesto
que con Freud hemos escogido confiar en un texto que, con la salvedad de esas
mutilaciones, sin duda lamentables, sigue siendo un documento cuyas garantías
de credibilidad le igualan con las más
elevadas.”
Dibujito de Schreber, para ilustrar sus delirios. |
Nos regala pasajes realmente
payasescos:
“Pues si nos remitimos a la
obra de Daniel Gottlob Moritz Schreber, fundador de un instituto de ortopedia
en la Universidad de Leipzig, educador (…) iniciador de esos cachitos de verdor destinados a alimentar
en el empleado un idealismo hortelano (…) podemos considerar como rebasados
los límites en que lo nativo y lo natal
van a la naturaleza, a lo natural, al
naturismo, incluso a la naturalización,
en que lo virtuoso resulta vertiginoso,
el legado liga, la salvación saltación, en que lo puro
bordea lo malempeorial, y en que no nos asombra que el niño, a la manera
del grumete de la pesca célebre de Prévert, mande a paseo a la ballena de la impostura, después de
haber traspasado, según la ocurrencia de este trozo inmortal, su trama de padre a parte.”
O esta joya, que recuerda
ligeramente a Rabelais:
“Término en el que culmina el
proceso por el cual el significante se ha "desencadenado" en lo real,
después de que se abrió la quiebra del Nombre-del-Padre -es decir del
significante que en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el
significante del Otro en cuanto lugar de la ley.”
Y nos da alguna pista del rigor
de su práctica:
“Queda el hecho de que el
inconsciente se preocupa más del significante que del significado, y que "feu mon pére" ("mi difunto
padre") puede querer decir que este era el fuego (feu) de Dios, o incluso dar contra él la orden de: ¡fuego!”
“Así, sabemos que, modificando
la costumbre que quiere que entre uno en su deceso con los pies por delante,
nuestro paciente, por no franquearlo más que en tránsito, se complació en
mantenerse con los pies fuera, es decir sacándolos por la ventana bajo el
tendencioso pretexto de buscar el fresco renovando tal vez así (…) la
presentación de su nacimiento.”
Podemos ver que las
interpretaciones de Lacan no tienen nada que envidiar a las alucinaciones de
Schreber.
Si les parece que estoy siendo deliberadamente disperso,
deberían leer las doscientas y tantas páginas del Seminario III y el artículo
en cuestión. En todo ese fárrago de papel desperdiciado Lacan no llega a decir
casi nada sobre el caso, excepto regodearse en digresiones, mencionar una y
otra vez los neologismos de Schreber, o atribuir la enfermedad –real y
concreta- a incomprobables instancias abstractas como “el Nombre del Padre”, la
recepción de “La Ley”, insospechados deseos de “ser el Falo”, etc. Y esta es la
técnica de Freud, que en algún momento abandonó las explicaciones por sucesos
realmente ocurridos (por ejemplo, seducción), y la remplazo con la más cómoda
idea de sucesos fantaseados, y a menudo, inconscientes. Después de todo, ¿cómo
habríamos de comprobar si el paciente fantaseó realmente con algo? ¿O que le
fue negada la “Ley”, o “el Nombre del Padre”?
Fuentes:
Resumen del caso y las
referencias en
Sulloway, Frank: Reassessing Freud's Case Histories (1991).
Freud: Puntualizaciones
psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (1911).
Schreber, Daniel: Memorias de un enfermo nervioso (1903).
Niederland, W. G.: The ‘miracled-up’ world of
Schreber's childhood (1959).
Schreber: Father
and son (1959)
Schreber's father
(1960)
Further data
and memorabilia pertaining to the
Schreber case (1980)
Schatzman, M.: Soul
Murder: Persecution in the Family (1973).
Israëls, H.: Schreber: Father and Son, Madison, (1989).
Lothane, Z.: Schreber, Freud, Flechsing, and
Weber revisited: An inquiry into methods of Interpretation (1989).
In
Defense of Schreber (1992).
Lacan: Seminario III Sobre la
cuestión de la psicosis (1955-1956).
Escritos II, De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis (1958).
Hace un buen trabajo, sabes.
ResponderEliminarLos felicito.