sábado, 31 de mayo de 2014

El Psicoanálisis y la Ciencia. Hipótesis Falsadas II. Sueños y Lapsus.


 A menudo se pretende salvar al Psicoanálisis aduciendo que trata temas olvidados por la ciencia o que la ciencia no puede explicar (los sueños, los lapsus, la represión, etc.). Esta lastimera objeción siempre acompañó a los religiosos, que pretenden refugiar a Dios en aquello que la ciencia aun no sabe con exactitud (el origen del universo o, en el pasado,  la diversidad de las especies,  por ejemplo).  

Es inútil por dos razones:
A- Es una falacia conocida como ad ignorantiam, consistente en afirmar la verdad o falsedad de una proposición aduciendo la falta de pruebas en su contra.
B- La ciencia sí tiene hipótesis que explican buena parte de los “misterios” de la mente, y a menudo son contrarias a las del Psicoanálisis.
Veamos qué hay en esos rincones oscuros en donde antes reinaba el Psicoanálisis:

1-Los sueños, su interpretación, explicación,  etc.

Empecemos por la teoría, Freud nos dice que los sueños son de “cumplimiento de un deseo”, consciente o no-, y que tienen un “contenido manifiesto” (el obvio: soñamos con un pato) y un “contenido latente” (El pato es en realidad un pene. Es el contenido  que Freud “descifra” con su “método”).
Asegura, en “La Interpretación de los sueños” (1899):

 “Bien se ve cuán cómodamente dispone las cosas el sueño; puesto que su exclusivo propósito es un cumplimiento de deseo, está autorizado a ser un egoísta completo”.

“Repárese tan sólo en que nuestra doctrina no se apoya en la consideración del contenido manifiesto del sueño, sino que se refiere al contenido de pensamiento que se discierne tras el sueño mediante el trabajo de interpretación. Al contenido manifiesto del sueño le contraponemos el contenido latente. Es verdad que existen sueños cuyo contenido manifiesto es de índole más penosa. Pero, ¿alguna vez intentó alguien interpretar esos sueños para descubrir su contenido de pensamiento latente? Si no es así, ninguna de esas dos objeciones nos alcanzan; sigue siendo posible que también los sueños penosos y los de angustia se revelen, después de la interpretación, como cumplimientos de deseo.”

Eso le permite a Freud descubrir que una adolescente virgen que sueña con una lámpara que se le cae encima en realidad… ¡quiere acostarse con un gordo cuarentón casado y amigo de su padre! (al que rechaza y dice odiar y temer en la vigilia, pero ya todos sabemos cómo es Freud).

Según Freud, las defensas del yo se relajarían durante el sueño, lo que hace que los impulsos reprimidos se acerquen al umbral de la consciencia. Pero por obra del “trabajo de sueño”, son transformados en símbolos que disimulan esos deseos ocultos. Sin esa censura, éstos despertarían por la inquietante erupción de lo reprimido (algo que ciertamente no ocurre, pues podemos tener sueños horrendos sin despertarnos).
El analista debe ir más allá del contenido manifiesto y desentrañar  un contenido latente (el significado profundo, encubierto, misterioso, y probablemente inexistente del sueño).



Gracias a esa dilucidación del contenido latente Freud nos puede explicar que un sombrero, un cuchillo, una espada, un tallo, un tronco, un fusil, unos cañones, las serpientes, los peces, las corbatas, el pie, y las lámparas son, en realidad, penes…
Ahora bien, si al soñador le convenía soñar un pene, y no un sombrero, ¿qué sentido tiene soñar un sombrero? ¿Todos soñaron inútilmente hasta los últimos meses del siglo XIX, cuando Freud develaría ese significado profundo?
Veamos cómo se interpreta (Interpretación de los Sueños, 1899):

“… el contenido manifiesto nos es dado como un jeroglífico, para cuya solución habremos de traducir cada uno de sus signos al lenguaje de las ideas latentes.

“Pues bien: el sueño es exactamente uno de estos jeroglíficos…”

Los jeroglíficos egipcios fueron un misterio hasta que se hallara la Piedra Roseta –en 1799-, un cascote que contenía un mismo texto traducido a tres lenguas: demótico, griego, y jeroglíficos, que usaría Champollion para develar el significado de éstos.


Antes de 1799, Athanasius Kircher, era un polímata del siglo XVII, en cuya vasta obra llena de teorías estrafalarias analizó el Manuscrito Voynich, propuso un lenguaje universal, ideó los planos para un piano de gatos, e inventó la linterna mágica. Entre 1650 y 1654 dedicaría su atención a descifrar los jeroglíficos egipcios, con el resultado de no haber acertado en el significado de un solo símbolo.


Majestuoso piano de gatos diseñado por Athanasius Kircher.
No hay razón alguna para creer en las interpretaciones de Freud, ni forma alguna de cotejar su validez (no existe la Piedra Roseta de los sueños).
Sin embargo, la validez de la interpretación del sueño estaría dada, ya por el paciente, que acepta la interpretación, o por su cura.
Ninguna de las dos opciones es atendible: lo que el paciente acepte es indiferente, en tanto no sería la primera vez que alguien aceptó explicaciones idiotas. Y en cuanto a la curación, es una idea risueña, pues Freud no curó un solo paciente en su vida.

Otro punto en contra de la interpretación freudiana es que, si bien tenía en cuenta la elaboración secundaria -el añadido que el paciente hacía al relatar el sueño, que ciertamente lo contaminaba (la memoria no es una cámara fotográfica, y es común que distorsionemos los hechos cuando los recordamos)-, no insistía en eliminar este factor: no pedía que los pacientes tomen nota inmediatamente al despertar, y de hecho tampoco lo hacía él mismo, por lo que más que interpretar sueños interpretaba confusos recuerdos de sueños.

La Refutación de los neurólogos.

La teoría de Hobson –llamado el Anti-Freud- de la Activación-Síntesis hace depender a los sueños del cerebro. Durante el sueño paradójico, que dura unos 90 minutos, el aumento de acetilcolina estimula los centros emocionales del cerebro, mientras una reducción de la serotonina y norepinefrina deprimen las áreas encargadas de la atención, la memoria y el razonamiento. El sueño resultaría un intento del cerebro de dar coherencia a un cúmulo de información sin sentido transmitido por el puente de Varolio.
Si bien los pensamientos y emociones del soñador influyen, no hay nada sobre “cumplimiento de deseos inconscientes”, ni un oscuro trabajo mental para simbolizar y oscurecer el contenido del sueño.
En cuanto a su interpretación, Hobson, en “El cerebro soñante (1992)” nos dice que:

   “… el significado del sueño es por tanto más claro  que oscuro. El contenido de la mayor parte de los sueños es directamente legible sin decodificación.  Al ser el estado onírico abierto, los sueños de los individuos pueden efectivamente revelar estilos de  conocimiento, aspectos de la visión que un individuo tiene del mundo y de las experiencias  históricas específicas de ese individuo.”  


Hobson, J. A., McCarley, R. M., “The brain as a dream state generator: An activation-synthesis”, American Journal of Psychiatry, 134, pp. 1335-1348 (1977).


Hobson, J. A., Pace-Schott, E. F., Strickgold, R., “Dreaming and the brain: Toward a cognitive neuroscience of conscious states”, Behavior and Brain Sciences, 23, pp- 793-842 (2000).



2- Los lapsus.
Freudian Slippers.
 En “Psicopatología de la Vida Cotidiana” (1901), Freud interpreta que los olvidos, lapsus, y el tartamudeo son productos del Inconsciente que, siempre molesto, trata de recordarnos algo que reprimimos.

“La formación de sustituciones y contaminaciones en el trastrabarse (lapsus) es, pues, un esbozo de aquel trabajo condensador al que hallamos como diligente constructor del sueño.”
“Respecto de otros casos de trastrabarse, se puede suponer que la asonancia con palabras y significados obscenos es el perturbador genuino. La desfiguración y deformación deliberadas de las palabras y giros idiomáticos, de que tanto gustan las personas mal educadas, no se propone otra cosa que recordar lo prohibido a partir de una ocasión inocente; y este jugueteo es tan común que no nos asombraría que se abriera paso también de manera inadvertida y contraria a la voluntad”.

Y todo esto minado de ejemplos de anécdotas minúsculas, de personas irrelevantes, con un afán sólo comparable al de una vieja chismosa.
Por ejemplo:

“No quiso su memoria (la de una paciente) comunicar por qué lugar de su cuerpo la tomó la mano indiscreta y voluptuosa del otro. Inmediatamente después de la sesión, va de visita a casa de una amiga y platica con ella sobre residencias veraniegas. Preguntada por la ubicación de su casita en M., responde: «En la cadera del monte {Berglende}», en lugar de «ladera del monte {Berglebne}»”.

Los psicolingüistas realmente estudian experimentalmente los lapsus, y  los atribuyen a la fatiga, el stress, los estados alterados, los nervios, o la ansiedad; y se dividen en dos amplios grupos:

Lapsus por semejanza fonética: “cadera” en vez de “ladera” (o “madera”, etc.).
Lapsus por semejanza semántica: “chino” por “japonés” (o “asiático”, etc.).

Que a su vez responden a la canalización: el cambio de una palabra desconocida por otra semejante, pero familiar.
Y el primado: lo que sea que nos esté preocupando en ese momento.

Carroll, David, Psychology of language (1986).
 Victoria Fromkin. Speech errors as linguistic evidence (1974).
The Relationship Between Tongue slips and the Field of Linguistics Zaynab Abbudi Ali (M. A) (2007).

Los errores mencionados en Freud ofrecen estas dos características:

Lapsus en Freud:
1.         IV 28-29 Freud:           Dr. Nervi          N. . Nerven
2.         34-37     Ferenczi:       Verona            Capua
3.         37-39     Freud:           Calatafini         Castelvetrano
4.         39           Hitschman:   Gilhofen         Gallhof
5.         3940      Sachs:            Pegli                  Peli
6.         4041      Freud:           Bisenz              Bisenzi
7.         4346      Stárcke:         Erdmann        Lindeman
8.         48-50     Reik:               Ben-Hur          Ecce Homo

   Michael T. Motley, en el citado libro de Fromkin, sometió a control experimental esta hipótesis:

Los grupos debían repetir conjuntos de dos palabras, sin sentido, pero que eran fácilmente confundibles con otras: por ejemplo, “pindas liernas”.

 Un grupo (A)supuestamente iba a recibir choques eléctricos con cada error,
Un segundo grupo (B), simplemente debía ser entretenido por una asistente atractiva, seductora, y vestida de manera provocadora.
Un tercer grupo (C), de control, llevaba a cabo la prueba sin los alicientes anteriores.
El resultado fue que la suplantación ocurría con mayor frecuencia en aquellos sintagmas que se vinculaban al aliciente del grupo (“Lindas piernas”, en el grupo B), lo que probaba la importancia de la canalización y el primado, pero no hacía comparecer al Inconsciente.

Sebastiano Timpanaro, en Su libro “El lapsus freudiano” (1974), también proponía la canalización, además de analizar –y destruir- el célebre caso del “Aliquis”.

En “Psicopatología de la Vida Cotidiana” Freud relata –o inventa- el caso de un paciente que le refiere mal una frase de Virgilio en la Eneida:

Exoriare  (Aliquis) nostris ex ossibus ultor!”

(Que nazca un  día de mis cenizas un vengador, VirgilioEneida, IV, 625)

Omitiendo ese“Aliquis” (Alguien, alguno).

A instancias de Freud el paciente casual se dedica a relacionar la palabra omitida,  “Aliquis”,  con cualquier cosa: A-liquis, Reliquias, Liquidación, Fluidez, Flujo, Simón de Triento, un artículo sobre San Agustín, un Señor llamado Benedicto, San Jenaro y el milagro de la sangre, etc.

El resultado es que el inconsciente del joven omitió esa palabra por su temor de que su novia esté embarazada, y este temor fue motivado por un retraso…

Pero, ¿estaba en la palabra “Aliquis” todo eso, o simplemente era una preocupación del paciente que iba a relacionar cualquier cosa con dicha preocupación? ¿Ese Inconsciente políglota asocia entre palabras de diverso idioma, como latín y alemán? Convengamos que no es una cadena sencilla de proposiciones la que lleva de Virgilio a un retraso en el ciclo.

Freud resume que esa preocupación causó el lapsus, y lo prueba con una sinuosa cadena de asociaciones (el paciente había reprimido eso, aunque luego se muestra de lo más locuaz al explicarlo y comentar lo que supuestamente reprimió). Pero cualquier cadena de asociaciones podría demostrar lo mismo, e incluso se podría tomar cualquier palabra de la frase (o de la lengua). La asociación va de una lengua a otra, por semejanza fonética o semántica, de modo que no es muy difícil llegar a cualquier cosa.
Timpanaro propone que, si el joven olvidaba la palabra “Exoriare” (Surgir), se podría pasar también a la idea de “nacimiento”, temida por el paciente.
Si olvidaba “Nostris” (Nuestro), se lo podría vincular con el “Padre Nuestro”, o Dios padre, de donde se podría seguir asociando hasta los santos y San Genaro.
Si olvidaba “Ossi” (Huesos), en tanto que los huesos son reliquias típicas de los santos católicos, además de pensar en “Os” (Boca), y en el beso con su novia que lo llevó al problema actual.
Ultor” suena parecido a “Eltern”, padre, en alemán, o “ultimátum”, o el concepto de venganza, ilustrado con el cuento de San Simón de Triento, etc.
Añado yo otra:
Si el joven hubiese olvidado la palabra “pez”, esto se podría relacionar a la vesica psicis, símbolo de los primeros cristianos (y de ahí vamos a los santos); o a la forma de la vesica psicis, aunque piscis también refiere al horóscopo y al calendario, y en alemán “Fisch” suena como en francés “Fisc” (Impuesto, Aduana) y “Fichu” (Malvado, Maldito), en inglés es parecido a “Filch” (Hurtar), y “Fishy” se emplea en la expresión “here's something fishy going on” (aquí hay gato encerrado), además de la alusión a “pescar”, y…



Gracias al “método freudiano” de interpretación caótica es fácil partir de cualquier punto y llegar a ninguna parte.

Sebastiano Timpanaro, The freudian slip (1973).


Aquí un fragmento:








2 comentarios:

  1. perooooo x que se enseña en las universidades latinoamericanos tal ves es una conspiracion de la elite para que no despertemos

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