A menudo se pretende salvar al Psicoanálisis aduciendo que trata temas
olvidados por la ciencia o que la ciencia no puede explicar (los sueños, los
lapsus, la represión, etc). Esta lastimera objeción siempre acompañó a los
religiosos, que pretenden refugiar a Dios en aquello que la ciencia aún no sabe
con exactitud (el origen del universo o, en el pasado, la diversidad de las especies, por ejemplo).
Es inútil por dos razones:
A- Es una falacia conocida como ad
ignorantiam, consistente en afirmar la verdad o falsedad de una proposición
aduciendo la falta de pruebas en su contra.
B- La ciencia sí tiene hipótesis que explican buena parte de los
“misterios” de la mente, y a menudo son contrarias a las del Psicoanálisis.
Veamos qué hay en esos rincones oscuros en donde antes reinaba el Psicoanálisis:
1- La sexualidad infantil.
Este es el caso de un hecho que no merece nuevas explicaciones, porque
simplemente no existe.
Si bien se ha hablado de sexualidad infantil tiempo antes de Freud, no
hay estudios fiables al respecto -Freud, por ejemplo, se basaba en un caso (El
Pequeño Hans), que fue psicoanalizado mayormente por correspondencia (Freud lo
vio sólo dos veces).
Durante un tiempo circuló el Informe
Kinsey (1948), verdadero hito en investigaciones sobre la sexualidad
humana, que aún aparece como válido en la red. La verdad es que sus resultados
son cuestionables, tanto por la selección de la muestra (pedófilos,
prostitutas, población carcelaria, etc.) como por sus varias licencias en
cuanto a método: filmar relaciones sexuales en su casa, promover el sexo entre
sus colaboradores y encuestados, o procurarse tanta pornografía como para
atraer la atención de la Aduana.
En el Informe Kinsey se habla
de orgasmos en niños de 5 meses a 14 años. Ante las acusaciones de colaborar
con pedófilos, Kinsey finalmente revelaría que su fuente era el Diario personal de Rex King, un laborioso
pederasta que había acosado a más de 300 niños.
La fuente única, además de provenir de alguien claramente interesado en
hallar la sexualidad en los niños, le resta todo valor a esta parte del Informe Kinsey.
Más metódico y menos depravado, el psicólogo C.W. Valentine había publicado en 1942 “La psicología de la primera
infancia”, cuya conclusión, con respecto a la sexualidad infantil es:
“… las ideas sobre la sexualidad infantil sean, en realidad (a) sugeridas por el mismo psicoanálisis,
como el mismo Freud sospechó en ocasiones, o (b) entera o parcialmente interpretaciones del mismo paciente y/o exageraciones
de sensaciones o impulsos relativamente leves, o (c) en gran parte ciertas
pero sólo en unos cuantos casos anormales.”
Hoy en día sabemos que el hipotálamo, encargado en parte de la
excitación sexual, es idéntico hasta los 4 años de edad, y luego comienza a
desarrollarse paulatinamente. La hipófisis tampoco segrega las hormonas
involucradas en la sexualidad, como la oxitocina y la vasopresina.
La OMS sigue sin dar
resultados si se busca “sexualidad infantil” en su página…
Desde un punto biológico, no tiene ningún sentido un comportamiento
sexual cuando el individuo no está preparado para procrear. A este respecto
debe recordarse que la sexualidad según Freud acompaña al niño desde el
nacimiento.
En “Esquema de Psicoanálisis” (1938), Freud nos informa que:
“a. La vida sexual no
comienza sólo con la pubertad, sino que se
inicia enseguida después del nacimiento con nítidas exteriorizaciones”.
Y:
“b. Es necesario distinguir de manera tajante entre los conceptos de
«sexual» y de «genital». El primero es el más extenso, e incluye muchas
actividades que nada tienen que ver con los genitales”.
En este punto, simplemente no estamos hablando se “sexualidad” pues no
hay razón alguna para llamar “sexualidad” al mero placer. Más adelante Freud insiste:
“Muy temprano, en el chupeteo en que el niño persevera obstinadamente se
evidencia una necesidad de satisfacción que
-si bien tiene por punto de partida la recepción de alimento y es incitada por
esta- aspira a una ganancia de placer
independiente de la nutrición, y que por eso puede y debe ser llamada sexual”.
¿Con qué fundamento? Ninguno. Para Freud tomar un helado es sexual.
Hablar de sexualidad infantil es tan lícito como hablar de lactancia
senil.
2- El Complejo de Edipo.
Francamente, si no existe la sexualidad infantil no tiene mucho sentido
desbaratar la hipótesis del Complejo de Edipo, en el cual la sexualidad es
claramente lo que llamamos comúnmente sexualidad. Veamos lo que dice Freud al
respecto:
En “Moisés y el monoteísmo”(1939):
“… el niño empezó a excitar
con la mano su pequeño pene y a ensayar diversos ataques sexuales a su madre, identificándose con el padre, en cuyo
lugar se ponía. Esto siguió hasta que al fin recibió de la madre la prohibición
de tocarse el miembro y, además, oyó de ella la amenaza de que se lo diría al
padre, quien, como castigo, le quitaría el miembro pecador”.
En “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico”
(1916), Freud nos confiesa:
“… este oscuro sentimiento de culpa brota del complejo de Edipo, es una reacción frente a los dos grandes propósitos delictivos, el de
matar al padre y el de tener comercio sexual con la madre.”
Como vemos, en Freud se trata de sexo puro y duro, sin atenuantes o
estructuralizaciones lacanizantes.
Para Lacan el Complejo de Edipo es algo mucho más complicado, pero
igualmente ridículo:
Entre el niño y la madre se interpone el falo imaginario. La madre quiere el falo, y se sabe en falta –porque
no lo tiene-; el niño, que es el falo de la madre, al mismo tiempo sabe que no
“puede simplemente engañar el deseo de la madre con la semejanza
imaginaria de un falo: tiene que presentar algo en lo real. Pero el órgano real de la criatura (sea varó o
niña) es desesperadamente inadecuado” (recordemos que hablamos de un niño
–o niña- de 3 a 5 años). Entonces llega el padre
imaginario (hay dos padres), que trae la ley del padre, y se opone al deseo
irracional de la madre, castrándola simbólicamente. Gran conmoción. Luego
llega el padre real, con su falo real, y castra simbólicamente al niño, que se ve “liberado de la tarea imposible y provocadora de angustia de tener que ser el falo, cuando comprende
que el padre lo tiene.”
Todo este galimatías cósmico de falos y padres “debe entenderse con referencia a las estructuras clínicas y también a
la cuestión de la sexualidad”.
Todo esto lo pueden encontrar en el “Diccionario Introductorio de
Psicoanálisis Lacaniano” de Dylan Evans. Las partes citadas son de él.
Para que queden claras las referencias a la sexualidad, citemos de nuevo
a Lacan:
“La relación sexual, no existe,
pero eso no es tan evidente. No existe, salvo si es incestuosa. Es exactamente
eso lo que avanzó Freud – no la hay, salvo la incestuosa, o asesina. El mito de Edipo designa eso, que la única persona con la que se tienen deseos de acostarse, es la madre,
y en cuanto al padre, se le mata.”
(En “La estafa psicoanalítica”, Ornicar, 1979).
Klein, es más imaginativa y nos regala a todos esta maravilla:
“La frustración del seno materno
lleva a los niños como a las niñas a evitarlo, y estimula en ellos el deseo de una satisfacción oral asegurada por el pene del padre. (…) Los deseos genitales por el
pene del padre, que se mezclan con los
deseos orales, son el fundamento de los estadios precoces del complejo
de Edipo positivo en la niña, invertido en el niño”.
(Ensayos sobre Psicoanálisis, 1948)
En “Psicoanálisis”, Freud nos explica que el Complejo de Edipo es
central en su teoría, además de explicar todas las cosas:
“La situación de conflicto más importante que el niño tiene que resolver
es la de la relación con los padres, el complejo
de Edipo. (…) De reacciones contra las reivindicaciones pulsionales del complejo de Edipo proceden las realizaciones más
preciosas y socialmente las más significativas de la mente humana, tanto en la vida del individuo
como verosímilmente en la historia de la humanidad en general”.
“En el complejo de Edipo se
encuentra el origen de la religión, de la moral, de la sociedad y del arte,
y eso en plena conformidad con la tesis psicoanalítica según la cual este
complejo forma el núcleo de todas las neurosis”.
La refutación de los neurólogos:
Ya habíamos visto que el hipotálamo no se desarrolla tempranamente; que
no hay nada que indique sexualidad, y por ende, no tiene sentido hablar de
ella.
La refutación de los antropólogos:
Lévi-Strauss: En “Las
estructuras elementales del parentesco” (1949) nos dice que “el incesto es socialmente absurdo antes de
ser moralmente culpable”, en tanto supone que la prohibición de éste
implica más que nada el reverso: la
obligación de la exogamia, en tanto el intercambio de mujeres entre grupos
favorece las alianzas y la colaboración.
Westermarck: Ya en
época de Freud, Westermarck enunciaba el efecto que lleva su nombre: concluía
que nadie sentía atracción sexual por
aquellas personas con las que había compartido su infancia. Este rechazo
natural al incesto puede ser un claro factor evolutivo, puesto que la consanguinidad aumenta gravemente el
peligro de malformaciones y enfermedades congénitas.
Arthur Wolf: Vendría a confirmar ampliamente el Efecto Westermarck, luego de investigar
más de 14.000 casos de matrimonios en Taiwán, en los que los futuros cónyuges
debían convivir desde niños (matrimonio mayor), o sólo se conocerían de adultos
(matrimonio menor), hallando una clara relación entre uniones fracasadas y el
matrimonio mayor. Su conclusión es que
"Lejos de concebir una atracción
sexual por miembros de la misma familia,
los niños desarrollan una fuerte aversión sexual como resultado de la asociación inevitable”.
En: “Childhood
Association, Sexual Attraction, and the Incest Taboo: A Chinese Case.” American
Anthropologist 68:883–98, de 1966.
“Childhood Association and Sexual
Attraction: A Further Test of theWestermarck Hypothesis.” American Anthropologist 72:503–15, de 1970
Aquí
pueden leer un poco sobre esto:
Malinowski:
Investigó las relaciones de parentesco en las Islas Trobriand, donde los niños
eran criados por la familia materna, y la figura paterna era actuada por uno de
sus tíos, de modo que no había parte masculina con la cual competir por el
acceso sexual a la madre. Esto desmoronaba la supuesta universalidad del
complejo.
Contestó específicamente al Complejo de Edipo en:
“Sexo y represión en la sociedad primitiva”, de 1927
La Refutación de los sociólogos:
Los sociólogos Lionel Tiger y Joseph Shepher estudiaron más de 2700 casos y gran cantidad de datos administrativos procedentes de los
kibutz, en los cuales los niños se crían en común, por una nodriza, sin tener
mucho contacto con los padres. El resultado seguía siendo que la familiaridad
durante la infancia influía luego en una indiferencia sexual.
Shepher, J.
"Mate selection among second generation kibbutz adolescents and adults:
Incest avoidance and negative imprinting” (1971).
Leavitt llega a una interpretación diferente de los datos, y acentúa la
influencia de factores educativos en el rechazo al incesto. Aún así, no hay ni
siquiera la sombra del Complejo de Edipo:
Leavitt,
G.C. ,“Tylor vs. Westermarck: Explaining the incest taboo”. Sociology
Mind, 3, 45-51.
(2013)
La refutación de los biólogos:
Además del contenido evolutivo en el Efecto Westermarck, aparentemente
un sistema inmunológico similar entre la pareja implicaría una mayor
vulnerabilidad ante las infecciones.
Lieberman,
D.; Tooby, J.; Cosmides, L. , "Does morality have a biological basis? An
empirical test of the factors governing moral sentiments relating to incest” (2003).
También la obligación de la exogamia se da en los monos, que no tienen
lenguaje, ni órdenes simbólico-lacanianos:
Arthur P. Wolf and William H. Durham (Editors), “Inbreeding, Incest, and the Incest Taboo: The State of Knowledge at the Turn of the Century”, Stanford University Press (2004).
La refutación de cualquiera que haya visto
de lejos un manual de lógica:
La doble formulación del complejo lo convierte en infalsable. Veamos
cómo Freud formula su hipótesis, en “El yo y el Ello” (1923):
“Da la impresión de que el complejo de Edipo simple no corresponde a la situación más frecuente. [...] Muy a menudo, un examen en profundidad saca a la luz la forma más completa del complejo de Edipo, que es doble: una forma positiva y una negativa, dependiendo de la bisexualidad original del niño. Eso significa que el niño no tiene solamente un actitud ambivalente frente al padre y una elección de objeto tierno con respecto a la madre, sino que se comporta al mimos tiempo como una niña, que manifiesta la actitud femenina de ternura por el padre y la correspondiente actitud de hostilidad celosa con respecto a la madre”.
“Da la impresión de que el complejo de Edipo simple no corresponde a la situación más frecuente. [...] Muy a menudo, un examen en profundidad saca a la luz la forma más completa del complejo de Edipo, que es doble: una forma positiva y una negativa, dependiendo de la bisexualidad original del niño. Eso significa que el niño no tiene solamente un actitud ambivalente frente al padre y una elección de objeto tierno con respecto a la madre, sino que se comporta al mimos tiempo como una niña, que manifiesta la actitud femenina de ternura por el padre y la correspondiente actitud de hostilidad celosa con respecto a la madre”.
Es decir, la hipótesis predice todos los comportamientos posibles: Haga
lo que hiciere el niño, el Complejo de Edipo se confirma. Por muy seductor que
pueda parecer este mecanismo, es algo que lo eyecta fuera de la ciencia, e
incluso fuera de la sensatez. Voltaire se burlaba de las predicciones afirmando que si dos hombres decían, uno,
mañana lloverá, y el otro, mañana no lloverá, inevitablemente al otro día
tendríamos a un profeta. Pues bien, Freud es esos dos hombres al mismo tiempo.
De paso podemos refutar también esto, que pretende explicar el apego
común a los mamíferos superiores por “el mágico poder del sexo”:
“La atracción sexual actúa
también, generalmente, sobre los mismos
padres, haciendo que por un rasgo natural prefiera y proteja la madre a los
varones, mientras que el padre dedica mayor ternura a las hijas, conduciéndose
en cambio ambos con igual severidad en la educación de sus descendientes cuando
el mágico poder del sexo no perturba su
juicio”.
(Freud, “La interpretación de los sueños”, 1899).
Una sola palabra: Prolactina, hormona reconocida por ser un inhibidor
sexual.
Soy psicoanalista. Me gustó el artículo por que contiene dudas muy puntuales y pertinentes que cada psicoanalista debería tener en cuenta, cosa que no es la más frecuente. Me parece que estos ataques contra la disciplina analítica podrían ser más efectivos si se disminuyera el tono socarrón y difamatorio, pues la argumentación es interesante por si misma pero esa rabia le quita seriedad. Quizás esa rabia amerita a su vez un análisis y una valiente publicación. Saludos.
ResponderEliminarNo es rabia. Es sarcasmo ante tal grado de ridículo. Suele ser habitual ese tipo de humor en las personas críticas ante afirmaciones religiosas o equivalentes como en este caso. Y la verdad, me atrevo a hablar por mí y otros, que esos detalles se disfrutan mucho.
EliminarY ahí le contestamos lo que una vez leí: "Muchos hablan con acierto de física cuántica y nunca fueron acelerador de partículas". Después nos reímos y disfrutamos la superioridad intelectual, ya que por cada psicoanalista per cápita que haya, somos un poquito más inteligentes que la media poblacional. Wiiii...
ResponderEliminarEso me recuerda bastante a lo que suelen decir los sacerdotes cuando les dices que no tienes fe en dios: "Si rezas a Dios pidiéndole fe, te la dará". Claro, lógico... pero ¿por qué iba a hacer eso si soy ateo?. Pues lo mismo, no crees en el psicoanálisis por una resistencia, si te psicoanalizas durante un par de años, ya verás como cambias de idea...
ResponderEliminarABUELO!!!! xD
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